No pagues por el wifi de los aviones. No lo pagues, prohíbetelo, no lo hagas.
El scroll infinito ya surca los cielos y no nos deja en paz ni a diez mil metros de altura. Los aviones eran nuestro lugar seguro, nuestra última fortaleza y reducto a esto que nos está quitando la vida mega a mega. Ahí arriba se detenía el tiempo y nos dedicábamos a ver películas, comer comidas imposibles, dormir y escuchar algo de música.
Y sobre todo: a pensar.
Ya no piensas nunca y, pensar, es lo más importante que sabes hacer. No naciste para ver videos absurdos; naciste para pensar.
No compres el wifi del avión. Resiste. Nunca lo hacías y estás vivo; sigue sin hacerlo y todo va a seguir bien.
No les des el gusto, hazte ese regalo.
Te estás reventando el cerebro. Lo tienes machacado. Ya no te concentras en nada. No puedes ver películas y te cuesta leer textos cortos. Te acuestas con la cara azul y lo primero que haces al levantarte es enchufártelo de nuevo.
Tu atención es un DESASTRE.
Date un descanso ahí arriba. Pídete un vino, piensa. Mira por la ventanilla o imagina las vidas de la gente que tienes al lado. Abúrrete y pasarán cosas.
No pagues por el wifi de los aviones. Hazte ese favor. No lo hagas.