¿Por qué me da tanto miedo poner límites?

Poner límites a quienes amamos puede ser uno de los actos más difíciles y más necesarios. Lo digo no solo como terapeuta, sino como alguien que recientemente tuvo que hacerlo con una de mis relaciones más significativas.

Durante mucho tiempo me he sentido atrapada entre el deseo de ser aceptada y la necesidad de ser fiel a mí misma. Decir que no, expresar mi desacuerdo, me generaba culpa y miedo al rechazo.

Al permitirme poner un límite, surgieron emociones intensas: enojo, tristeza y ansiedad. Después, apareció una mezcla de culpa y alivio. La experiencia me llevó a confrontar creencias muy arraigadas: “las buenas hijas siempre ayudan”, “las necesidades de los demás van primero”, “si no estoy de acuerdo, me dejarán de querer”.

La reacción que recibí incluyó distancia emocional: la famosísima ley del hielo. Frente a eso, me vi en la necesidad de sostener mi decisión, validando lo que siento, gestionando la ansiedad con recursos de autocuidado como la meditación para reducir mi reactividad ante la ansiedad y recordándome que las reacciones de los demás no son mi responsabilidad.

En mi consultorio, este tema aparece con frecuencia. Muchas personas temen poner límites por el miedo a la desaprobación, al abandono o a ser percibidas como “malas personas”. La culpa se vuelve una emoción abrumadora que parece que jamás nos abandonará y nos dificulta ejercer nuestra autonomía.

En palabras de Terri Cole: “el límite no es para alejarte del otro, sino para mantenerte cerca sin perderte de vista”.Decirle a una pareja, a un familiar o a un amigo que algo me duele o molesta no es dañar la relación: es protegerla del resentimiento que nace cuando nos forzamos a aguantar o hacer cosas que nos lastiman.

Si estás pasando por algo similar, quiero decirte que es válido sentir miedo, ansiedad o culpa. Son respuestas humanas. Y, al mismo tiempo, te invito a observar qué mensaje te envías cuando no te priorizas: si yo no me trato como alguien valioso y digno de respeto, ¿cómo puedo esperar que otros lo hagan por mí?

Elegir poner un límite es, muchas veces, una forma de protegernos de relaciones insanas. También es un acto de afirmación a través del que me reconozco, me cuido y me respeto. En mi caso, significó recordarme que no necesito estar de acuerdo en todo para ser merecedora de afecto, y que es posible sostener los vínculos desde un lugar más congruente.

En la vida y en la terapia, la pregunta no es solo si el otro me aceptará cuando muestro quién soy, sino si yo seré capaz de elegirme incluso cuando eso incomode a los demás.

Porque a veces, elegirme es la forma más honesta de amar.

“El coraje de ser uno mismo es más importante que la necesidad de ser aceptado.”
Virginia Satir

 

Compartir:

Artículos relacionados