Era 1995 y estaba en casa de un amigo. El verano acababa de empezar y la vida era nuestra. Acabábamos de subir de la piscina y, todavía con el bañador mojado, el hermano mayor de mi amigo nos dijo:
—Me han pasado una cinta que vais a flipar. ¿La queréis ver?
Por la cara que puso, le dijimos que sí instantáneamente. Era una VHS grabada, la metimos en el vídeo, la rebobinamos y le dimos al play.
Recuerdo que, al principio, no entendíamos nada.
A medida que avanzaba la cinta todo se complicaba y creo que estuvimos más de media película viéndola como si se tratase de escenas aisladas; increíbles, sí, pero inconexas.
Entonces de repente, algo hizo clic en nuestras cabezas:
—Está todo desordenado.
No había visto nada igual en mi vida.
Me llevé la copia a mi casa y cuando me desperté la volví a ver. Y por la tarde, la vi una tercera vez. Ahora puede parecer mentira, pero en los 90 podíamos ver la misma película tres o cuatro veces en un mismo fin de semana antes de devolverla.
Cuando vi de nuevo al hermano de mi colega, me dijo algo así:
—Esta peli es puro guión. Si te ha gustado tanto, tú eres de guión.
En aquel momento no supe muy bien a qué se refería pero a medida que me fui haciendo mayor lo entendí perfectamente.
El cine de los 90 me enseñó a amar el guión por encima de los efectos especiales.
Las personas que mejor me caen son capaces de contar una buena historia, y, aunque me pueda tragar unos fuegos artificiales, soy mucho más feliz con una conversación de dos horas delante de una botella de whiskey. Me gusta buscarle tres pies al gato y creo que el camino más corto entre dos puntos es aburridísimo.
Guión.
Desordenarlo todo para que nadie entienda nada y, justo antes de acabar, montártelo de tal manera que todo tenga sentido.
Huir de lo obvio.
Pena de muerte al cliché, prisión incondicional para el topicazo, alfombra roja para la ironía y un piso en Velázquez para el ingenio.
Guión, guión, guión.
Huir de los lugares comunes para llegar a sitios raros, que es donde pasan las cosas que merecen la pena.
Y ver la vida con el bañador mojado.