Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental y su objetivo es recordarnos que:
no hay salud sin salud mental.
El gran reto de fomentar el bienestar emocional de las personas y acompañarlas en sus momentos más oscuros es una tarea que me llena de propósito.
Según la OMS (2022):
1 de cada 8 personas en el mundo vive con algún trastorno mental.
La depresión afecta a más de 280 millones de personas, y la ansiedad a más de 300 millones.
En México, la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica estima que casi la mitad de la población experimentará algún problema de salud mental antes de los 65 años.
Y lo más alarmante es que:
en promedio pasan entre 5 y 14 años desde la aparición de los primeros síntomas hasta que alguien recibe tratamiento.
¿Por qué nos tardamos tanto?
Parte de la respuesta está en el estigma.
Todavía asociamos la depresión con “falta de voluntad” o la ansiedad con “ser muy dramáticos”.
Como si no estuviéramos viviendo una era que ni mandada hacer para desarrollar estos trastornos, en una época marcada por el aislamiento digital, la comparación constante en redes sociales y un ritmo de vida que nos empuja a la productividad por encima de nuestro propio bienestar.
El lema de este año es:
“La salud mental es un derecho humano universal”.
¿Cómo fomentarla en nuestros tiempos?
Normalizar la conversación: hablar de lo que sentimos sin miedo a ser juzgados. Hacer de la terapia, la meditación o el pedir ayuda algo tan cotidiano como ir al médico.
Rediseñar lo digital: poner límites al tiempo en pantalla (no más de 2 horas al día de redes sociales) y cultivar espacios reales de conexión.
Cuidar lo básico: dormir, moverse, alimentarse bien. Parece obvio, pero en la era de la inmediatez lo dejamos de lado y nuestro cuerpo lo resiente.
Promover vínculos: una red de apoyo confiable —amigos, familia, comunidad— es el mayor factor de protección contra la depresión y la ansiedad.
Exigir políticas públicas: más presupuesto en salud mental, formación de profesionales y acceso a tratamientos. La salud mental no debería ser un lujo.
Preguntarnos cómo está de verdad la persona que tenemos enfrente.
Mandar un mensaje sincero a ese amigo que lleva días sin aparecer.
Ofrecer escucha en lugar de consejos “bonitos”.
Recordar que todos, en algún momento, hemos necesitado de alguien.
Hoy quiero agradecer con sinceridad a cada persona que me ha brindado la confianza de acompañarlos en los momentos más vulnerables de su vida.
Es un privilegio para mí contar con esa oportunidad.
Y si tú que estás leyendo esto atraviesas dificultades para vivir plenamente, busca acompañamiento profesional:
el camino hacia el bienestar emocional nunca debe ser recorrido en soledad.
Caro Hernández