Hay días en los que una ya no quiere discutir,
ni correr, ni defenderse.
Días en los que el corazón solo quiere sentarse junto al río…
y respirar sin miedo.
Hace poco, me encontré con una historia.
Una de esas que no hacen ruido, pero se quedan en el pensamiento.
Y pensé:
“Así deberíamos caminar por la vida… como camina el capibara.”
Sin prisa. Sin armas. Sin más escudo que la paz que llevamos dentro.
Aquí te la dejo,
por si también estás buscando un lugar donde descansar el alma.
—Momsy ♥
En la orilla de un río ancho y silencioso,
bajo un cielo despejado,
vivía un capibara llamado Bruno.
Era conocido por su paso tranquilo
y su mirada serena.
No importaba qué animal tuviera cerca:
Bruno caminaba con calma,
como si nada en el mundo pudiera alterarlo.
Un día, un enorme cocodrilo llamado Rex
emergió del agua con el ceño fruncido
y la cola agitándose con impaciencia.
Tenía fama de ser temido,
de atacar sin aviso.
Pero cuando vio a Bruno acercarse
con total serenidad,
algo inesperado sucedió:
En lugar de abalanzarse,
Rex se quedó quieto,
sorprendido por la paz que desprendía el capibara.
—¿No tienes miedo de mí? —preguntó el cocodrilo con voz grave.
Bruno lo miró con tranquilidad
y sonrió suavemente.
—No temo a quien no deseo dañar —respondió—.
No vine a pelear ni a huir.
Solo quiero beber un poco de agua y disfrutar del sol.
Rex, acostumbrado a que todos lo evitaran o huyeran,
se sintió desconcertado.
La calma de Bruno era tan contagiosa
que su propio enojo empezó a disiparse.
El río se llenó de un silencio apacible,
roto solo por el canto lejano de las aves.
Con los días, Bruno siguió apareciendo en la orilla,
y Rex empezó a esperarlo.
Al principio por curiosidad…
luego, porque descubrió que al estar junto al capibara,
su mente se aquietaba
y su corazón latía con menos furia.
Poco a poco, otros animales del bosque
comenzaron a reunirse cerca del río.
Sentían que estar junto a Bruno
les traía tranquilidad.
El capibara no imponía respeto con gruñidos,
ni con fuerza,
sino con una calma que desarmaba hasta al más agresivo.
Reflexión
A veces creemos que hay que alzar la voz,
defendernos antes de ser heridos,
ser fuertes antes de ser comprendidos.
Pero la vida me ha enseñado
que la serenidad también es una forma de valentía.
Que la paz interior es contagiosa.
Que hay días —y personas—
que llegan como Bruno:
sin ruido, sin juicio, sin temor.
Y que basta estar junto a ellas
para que la vida se sienta más suave.
Hoy te dejo esta historia
como un recordatorio tierno:
No siempre se gana con poder.
A veces se gana con presencia.
Con bondad.
Con pausa.
¿Y tú… qué habrías hecho si fueras el capibara?
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Texto de autor desconocido (sabiduría popular)