El coche que enseñó una lección

Una joven acababa de graduarse con honores. Su dedicación, esfuerzo y constancia la habían llevado a alcanzar uno de los logros más importantes de su vida.

Su padre, emocionado y profundamente orgulloso de ella, quiso recompensarla con algo especial. No con un regalo costoso ni llamativo, sino con algo lleno de significado.

Una tarde, mientras conversaban en la casa, el padre se acercó con las llaves de su viejo coche en la mano.

Hija, quiero darte este automóvil —dijo con una sonrisa cálida—. Me ha acompañado durante muchos años… y ahora quiero que esté contigo. Pero antes de entregártelo por completo, necesito que hagas algo.

—¿Qué cosa, papá? —preguntó ella con curiosidad.

Quiero que lo lleves a un lote de autos y preguntes cuánto estarían dispuestos a pagarte por él. Luego vienes y me cuentas.

La joven obedeció. Al día siguiente, fue a un lote de compra-venta de autos usados. Tras revisar el coche con rapidez, el vendedor le hizo una oferta sin mucho entusiasmo.

Puedo darte mil dólares por él —dijo el hombre—. Está viejo, tiene muchos años encima.

Ella volvió a casa y le contó a su padre.

Mil dólares fue lo que me ofrecieron, papá.

Muy bien —respondió él sin sorpresa—. Ahora llévalo a una casa de empeño y vuelve a preguntar.

La joven siguió su indicación. Esta vez, la oferta fue aún más baja.

Te doy cien dólares como máximo —le dijo el encargado—. Es demasiado antiguo. No tiene valor real.

Con cierta decepción, la joven volvió a casa.

Papá… en la casa de empeño solo me ofrecieron cien dólares —dijo bajando la mirada.

El padre asintió con calma.

Ahora quiero que lo lleves a un club de autos clásicos. Hay uno en la ciudad. Diles que lo estás vendiendo… y escucha lo que te dicen.

Un poco confundida, pero decidida, la joven fue al lugar indicado. Apenas estacionó el coche, varios entusiastas se acercaron con gran emoción.

¡¿Esto es un Nissan Skyline R34?! —exclamó uno.

¡Es un verdadero tesoro! Muy pocos están en este estado.

¡Yo te ofrezco 150 mil dólares por él! —dijo otro, sin dudarlo.

La joven no lo podía creer. ¡El mismo auto que antes había sido despreciado, ahora era admirado como una joya!

Regresó a casa corriendo, con los ojos brillando.

Papá… ¡me ofrecieron 150 mil dólares! ¡Por el mismo coche!

El padre la miró con ternura, la tomó de la mano y le dijo con voz firme y pausada:

Y eso, hija… es lo que quiero que aprendas hoy.

Este coche no cambió. Es el mismo que llevaste a los tres lugares.
Lo que cambió fue el entorno… y la gente que supo ver su verdadero valor.

Cuando alguien no te valore, no te sientas mal. No significa que no valgas… solo estás en el lugar equivocado.

Rodéate de quienes sí sepan ver lo que llevas dentro. Porque quien conoce tu valor… jamás te ofrecerá menos de lo que mereces.

La joven asintió en silencio, comprendiendo que esa lección no era sobre un coche… sino sobre su vida entera.

Reflexión:

Tu valor no lo define quien no te sabe mirar.
No lo disminuye quien no te entiende.
Y no lo cambia quien no sabe apreciarte.

Eres valioso por lo que eres… no por lo que los demás ven.
Y a veces, basta con encontrar el lugar correcto… para brillar con todo lo que tienes.

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Autor desconocido

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