En 1947, los científicos que crearon la primera bomba atómica decidieron que el mundo necesitaba algo más que tecnología: necesitaba conciencia. Así nació el Doomsday Clock, un reloj simbólico que no mide el tiempo, sino la cercanía al desastre global.
Desde entonces, cada movimiento de sus manecillas ha sido una advertencia. No marca horas, sino tensiones: guerras, crisis económicas, colapsos ambientales. En 1953, durante la Guerra Fría, estuvo a dos minutos antes de la medianoche. Hoy, está más cerca que nunca.
Este reloj no busca sembrar miedo, sino responsabilidad. Nos recuerda que el futuro no está escrito, pero sí condicionado por nuestras decisiones colectivas.
La ciencia no sólo construye, también advierte. Y el Doomsday Clock es su forma más precisa de decirnos: aún hay tiempo, pero no sobra.
El Bulletin of the Atomic Scientists es una revista científica creada en 1945 por la comunidad que desarrolló las primeras bombas atómicas. Su propósito era educar al pueblo norteamericano en física cuántica y radiación atómica, en un momento en que el conocimiento científico se había convertido en asunto de supervivencia.
Fundada por Eugene Rabinowitch y Hyman Goldsmith, la revista nació como un programa educativo urgente sobre armas atómicas. Las primeras ediciones estaban dirigidas a científicos, pero también se creó un diálogo accesible para la población estadounidense, con el fin de concientizar sobre los riesgos y las decisiones que se avecinaban.
Muchos de los colaboradores habían participado en el Proyecto Manhattan, y su objetivo era alertar sobre los peligros y ventajas del mundo atómico, así como preparar a la población ante un posible ataque nuclear.
El Doomsday Clock fue introducido en 1947 como parte de esta iniciativa. Su conteo no es natural ni cronológico, sino estimativo y simbólico, basado en factores que los científicos consideran críticos para la supervivencia humana:
- Posibilidad de guerra nuclear
- Estabilidad económica global
- Conflictos políticos entre potencias
- Cambio climático (agregado como factor desde 2007)
Cada uno de estos elementos se analiza en función de contextos y proyecciones reales hacia un futuro cercano. No se trata de especulación, sino de evaluación científica y geopolítica.
Un ejemplo clave fue la Guerra Fría, cuando las tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética llevaron el reloj a dos minutos antes de la medianoche en 1953, generando preocupación mundial por una guerra nuclear inminente.
Este trabajo no busca forzar posturas radicales ni alimentar el miedo. Su propósito es mostrar la historia del reloj, los elementos que lo alimentan y los tiempos críticos que ha marcado, para concientizar sobre el estado del mundo.
El Doomsday Clock es un recordatorio de que la humanidad tiene agencia, pero también límites.
Cada ajuste en sus manecillas es una llamada de atención: sobre el poder que ejercemos, sobre las decisiones que tomamos, sobre el mundo que estamos dejando.
Hoy, el reloj está más cerca que nunca de la medianoche. Pero eso no significa que todo esté perdido.
Significa que la urgencia es real, que la conciencia científica debe ser pública, y que la responsabilidad no es sólo de los gobiernos, sino de todos.
El Doomsday Clock no marca el fin.
Marca la posibilidad de evitarlo.
Manuel y ya.
_____________________________________________________________________________________________________