¿Te acuerdas de la Navidad cuando éramos niños? Cuando escribíamos cartas a Santa Claus sin vergüenza y sin miedo al rechazo. Yo recuerdo la ilusión, la confianza absoluta de escribir algo en una carta y creer que era posible. Pedíamos exactamente lo que queríamos, aun cuando sonara exagerado o imposible. Había algo muy valioso y valiente en esa actividad: creíamos que merecíamos desear.
Con el paso del tiempo, esa libertad se perdió. Lo sé porque en consulta escucho, una y otra vez, que pedir es incómodo, que da miedo, que es “malo”, que es egoísta. A los adultos nos cuesta decir: “necesito”, “me ayudaría”, “quiero esto de ti”. Pedir nos expone, nos vuelve vulnerables, nos recuerda que no podemos solos con todo. Y muchos crecimos pensando que depender era una debilidad.
Aprendimos a pedir poco para no incomodar, para no parecer “exigentes”, para no arriesgarnos a que nos digan que no. Pedimos menos de lo que necesitamos, deseamos más de lo que admitimos. Y así, a fuerza de tragarnos nuestras necesidades, terminamos sintiendo resentimiento, frustración o soledad. Todo por no habernos atrevido a expresar lo que nuestro corazón desea.
La verdad es que para los adultos ya no existe Santa Claus: satisfacer tus necesidades es tu responsabilidad y de nadie más.
Ni Santa puede adivinar lo que te callas. Nadie puede ofrecerte lo que no te atreves a nombrar.
Atrévete a pedir de nuevo, no porque el otro esté obligado a darte, sino porque es tu tarea ser agente activo en tu propia vida, no espectador pasivo. Pedir es un acto de autorrespeto.
Y sí: a veces la respuesta será “no”. Pero incluso entonces, pedir te habrá dado algo invaluable: claridad. Saber dónde sí puedes invertir tu energía emocional… y dónde no.
Por eso hoy quiero invitarte a enviar esa carta pendiente. A recuperar esa parte de ti que se permitía desear.
Date permiso de escribir una Carta a Santa Claus para adultos, no para pedir juguetes, sino para pedirte algo a ti misma y a tu mundo emocional:
Querido Santa:
- Este año quiero aprender a poner límites sin sentirme mala persona.
- Quiero descanso sin culpa.
- Quiero relaciones en las que sea vista y escuchada.
- Quiero pedir cariño sin miedo a parecer necesitada.
- Quiero dejar de ser fuerte todo el tiempo.
- Quiero claridad para saber cuándo quedarme y valentía para saber cuándo irme.
- Quiero una vida donde mis necesidades no sean lo último de la lista.
Pedir no garantiza que lo obtengas… pero no pedir garantiza que no llegará.
Tal vez este diciembre lo que realmente deseas bajo el árbol sea permitirte volver a pedir sin vergüenza, sin miedo.Recuperar esa valentía infantil que nos enseñaba que se vale desear, aunque los deseos no siempre se cumplan.
Piensa en esa persona a la que no te has atrevido a pedirle algo —una aclaración, un límite, un gesto, un cambio, un apoyo, una verdad— por miedo a su reacción.
No esperes a que el miedo se vaya. El miedo no desaparece: se atraviesa. Caminar con miedo sigue siendo avanzar.
Puede que descubras que el verdadero regalo no es lo que alguien más puede darte… sino que finalmente te atreviste a pedir.
Caro Hernández