Para dejar atrás la dependencia de los combustibles fósiles, México necesita con urgencia un plan nacional de transición energética, advirtió Francisco Barnés de Castro, exrector de la UNAM y exdirector de la Facultad de Química, durante su participación en la Magna Celebración por los 100 años de la enseñanza de la Ingeniería Química en el país. A través de un análisis técnico y claro, planteó los principales retos y oportunidades que enfrenta la nación en el camino hacia una matriz energética sustentable.
“Más de la mitad de la energía que consumimos se destina a la producción de petróleo y gas, su procesamiento y a la generación eléctrica. Es ahí donde existen las mayores oportunidades para reducir el consumo y avanzar hacia fuentes más limpias”, explicó Barnés de Castro. Afirmó que el 85 por ciento del consumo de combustibles líquidos se concentra en el transporte, lo que convierte a ese sector en el eje de cualquier estrategia de descarbonización.
“Si vamos a descarbonizar el país, las enormes áreas de oportunidad están en Petróleos Mexicanos y en dejar de usar combustóleo para generar electricidad”, señaló. También insistió en que si no se planea el reemplazo del gas natural en la generación eléctrica, México seguirá dependiendo de ese energético, que además es importado, lo que agrava la vulnerabilidad energética del país.
Además de acelerar la entrada de energías limpias que brinden la “capacidad en firme” que el sistema eléctrico requiere, Barnés de Castro propuso eliminar el tabú que aún existe sobre el uso de energía nuclear. “Hay que considerar las centrales nucleares como una estrategia nacional para reemplazar al gas natural en el sector eléctrico, sobre todo ahora que se busca electrificar el transporte”, afirmó.
También planteó una serie de medidas concretas: fomentar el transporte público eléctrico y moderno en lugar del privado; ofrecer incentivos para sustituir autos de gasolina por híbridos o eléctricos; y en el caso del transporte de carga, apostar por tecnologías menos contaminantes como el gas comprimido, licuado o el hidrógeno verde.
Otro punto crítico, dijo, es el uso doméstico de energéticos. “México es el mayor consumidor de gas LP en el mundo para uso doméstico y 30 por ciento de las viviendas en comunidades pequeñas aún usan leña como combustible. Eso deforesta al país y es altamente tóxico”, alertó. Recalcó la urgencia de llevar electricidad accesible y útil a estos sectores, y enseñar a emplearla en actividades productivas, no solo en el uso básico del hogar.
Durante su conferencia “Matriz energética de México y retos de la transición energética”, el también exdirector del Instituto Mexicano del Petróleo explicó que, aunque las energías limpias han crecido —entre 2012 y 2023 su producción aumentó 110 por ciento—, las fósiles siguen dominando la escena: en 2023 representaron 85 por ciento de la generación de energía y 88 por ciento de la oferta interna bruta.
Detalló que el uso de combustibles líquidos ha perdido terreno, mientras que la dependencia del gas natural, especialmente del importado, ha crecido: “Con el balance nacional de energía rompemos mitos. Cada vez dependemos menos del petróleo, pero más del gas natural. Este representa hoy el 45 por ciento de la oferta interna bruta”, frente al 38 por ciento de los crudos y condensados.
Los avances en energías limpias han sido notables, especialmente en los últimos tres años: energía solar creció 400 por ciento, la eólica 200 por ciento, la hidráulica 125 por ciento y la nuclear 40 por ciento. Sin embargo, también advirtió que de 2019 a 2022, la producción de energías fósiles volvió a crecer un 16 por ciento.
Frente a este panorama, Barnés de Castro concluyó con un llamado a establecer una ruta clara y coordinada: “Es indispensable contar con un plan nacional de transición energética que tenga una visión de largo plazo, aumente la eficiencia en la generación de hidrocarburos y reduzca nuestra dependencia del gas natural. Estos son los desafíos que México deberá enfrentar en los próximos años”.
Su mensaje fue contundente: México tiene el conocimiento, la tecnología y el talento para dar el paso hacia un modelo energético más limpio y justo. Lo que hace falta es voluntad política, visión estratégica y una política pública coherente que garantice una transición energética real y sostenible.