¿Por qué las mujeres ya no queremos ser madres?

Hace unos días hice un live en mi cuenta de TikTok para conversar sobre el tema.

Quise abrir el diálogo y las respuestas (sobre todo de los hombres) me sorprendieron.

Algunos hablaban del supuesto “libertinaje” de las mujeres actuales, como si decidir no tener hijos fuera una excusa barata para vivir una vida sexual libre.

Otros decían que ya no quieren ser padres porque “no podrían saber si el hijo es suyo”.

También hubo quienes condenaron como egoístas a las mujeres que, como yo, hemos decidido no tener hijos.

Estas reacciones reflejan una visión anticuada que sigue juzgando a las mujeres por decidir sobre su propio cuerpo y su vida, ignorando la complejidad de las razones detrás de sus decisiones.

A pesar de los cambios en la mentalidad, quienes eligen no ser madres aún enfrentan el juicio y la presión social, especialmente de su círculo más cercano.

Según el Banco Mundial (2023), la tasa global de natalidad ha caído a 2.3 hijos por mujer, y en México, el INEGI (2022) reporta una cifra histórica mínima de 1.7.

Para ponerlo en perspectiva, en la década de 1960 el promedio mundial era de casi 5 hijos por mujer, y en México superaba los 7.

En pocas generaciones, la maternidad pasó de ser una expectativa inevitable a una elección.

Pero más allá de las cifras, lo que está cambiando es el significado mismo de ser madre.

El documental alemán ¡Niños, no, gracias! (DW, 2022) muestra cómo cada vez más mujeres jóvenes y adultas eligen no tener hijos, no porque no les gusten los niños, sino porque valoran su libertad, su estabilidad emocional y su desarrollo personal.

La gran mayoría afirma que no se arrepiente y que sabía desde muy temprana edad que no quería ser madre.

En Alemania, un país con educación avanzada y políticas sociales sólidas, muchos reconocen que la maternidad sigue penalizando la vida profesional y emocional.

La filósofa Elisabeth Badinter argumenta que el amor maternal no es un instinto biológico, sino una construcción social.

Su obra cuestiona la idea de que todas las mujeres están destinadas a ser madres y explica cómo ese ideal ha servido históricamente para limitar su libertad.

En El conflicto: la mujer y la madre, Badinter describe la tensión permanente entre la autonomía personal y las expectativas sociales.

Y Adrienne Rich propone diferenciar entre la maternidad como experiencia —profunda y elegida— y la maternidad como institución, esa estructura que dicta cómo debe sentirse y sacrificarse una “buena mujer”.

A esto se suman factores que no podemos ignorar:

  • La precariedad laboral
  • La falta de políticas públicas que apoyen a las madres
  • La sobrecarga de tareas de cuidado que recae en las mujeres
  • Y en países como México, el miedo real a la violencia y la inseguridad, que lleva a muchos jóvenes a cuestionar si este es un entorno digno para criar.


Muchas mujeres crecieron viendo a sus madres agotadas, postergadas, invisibles.

Otras simplemente no sienten ese llamado, y eso no las hace menos mujeres.

La maternidad puede ser maravillosa, pero no es el único camino hacia el amor o la trascendencia.

Elegir no ser madre, igual que elegir serlo, son decisiones perfectamente válidas
si vienen desde la honestidad y la responsabilidad personales.

Quizá la pregunta no debería ser “¿por qué ya no queremos ser madres?”,
sino “¿por qué durante tanto tiempo creímos que debíamos serlo todas?

Caro Hernández

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