La semana pasada asistí al Segundo Congreso Internacional: Soluciones contra la Violencia Sexual, Sensibilidad al Trauma en Niños, Niñas y Adolescentes, que se llevó a cabo en la Ciudad de México.
Fui invitada por una colega maravillosa que recientemente tuve el placer de conocer —gracias, Diohema—, y escuché a la especialista argentina, líder en trauma infantil, Sandra Baita, recordarnos algo que nos urge entender: el abuso sexual infantil es mucho más común y silencioso de lo que imaginamos.
En México, las cifras revuelven el estómago de cualquiera:
- Según el INEGI, 1 de cada 4 niñas y 1 de cada 6 niños ha sufrido abuso sexual antes de los 18 años.
- La OCDE coloca a nuestro país entre los primeros lugares en abuso infantil.
- Y lo peor: 8 de cada 10 casos ocurren en el entorno familiar, además de que más del 90 % jamás se denuncia.
Uno de los mitos más peligrosos que Baita desmontó es la idea de que hablar con los niños sobre abuso sexual los trauma o les mete ideas.
La evidencia muestra lo contrario: hablar no los traumatiza; el silencio sí.
Los niños informados pueden identificar situaciones inapropiadas, reconocer su incomodidad y pedir ayuda.
Y, contrario a lo que muchos creen, la prevención empieza desde que el niño tiene lenguaje, con palabras claras y sin metáforas.
Este congreso también me enseñó que no todos los niños enfrentan el mismo nivel de riesgo.
La vulnerabilidad aumenta cuando hay discapacidad física, intelectual o psicosocial; retraimiento, timidez, dificultad para decir “no” o historias previas de maltrato.
También cuando crecen en entornos donde no se habla de emociones ni de límites del cuerpo.
Los agresores suelen buscar niños dóciles, con supervisión limitada o negligente, o con necesidad de agradar, y generan secretos y aislamiento como método de control.
Las señales no siempre son evidentes, pero pueden incluir:
- Cambios abruptos de conducta.
- Alteraciones en el sueño como pesadillas o enuresis.
- Miedo a ciertas personas.
- Evitación de lugares específicos.
- Conocimiento sexual no acorde a la edad.
- Juego persistentemente sexualizado.
Ante cualquier sospecha, lo más importante es creerles, escucharlos sin interrogar y buscar ayuda profesional.
Tu duda puede ser la estocada final; la atención inmediata es una oportunidad de reparación.
La prevención puede integrarse de forma amorosa en la vida cotidiana.
Si buscas hacer un regalo que proteja y eduque a un niño de tu entorno, te recomiendo herramientas como el libro infantil La playera de Filipón, de María del Rosario Alfaro Martínez y Jesús Ángel Kuroda San Moray, o El monstruo de los abrazos, de Mar López, porque son una forma de enseñar límites corporales, emociones y consentimiento de manera sencilla y cercana.
Por favor recuerda que el silencio nunca protege al niño; protege al agresor.
Y tú siempre puedes elegir de qué lado quieres estar.
Hablar, nombrar, educar y acompañar es un acto de amor radical con efectos para toda la vida.
Y como dijo Baita, una frase que debería guiarnos a todos:
“Nadie puede solo contra el trauma.”
Si quieres aprender más, sigue a @guardianesmx, organización mexicana comprometida con la prevención del maltrato y la violencia sexual infantil.
Caro Hernández