19 de noviembre – Día Mundial para la Prevención del Abuso Sexual Infantil

La semana pasada asistí al Segundo Congreso Internacional: Soluciones contra la Violencia Sexual, Sensibilidad al Trauma en Niños, Niñas y Adolescentes, que se llevó a cabo en la Ciudad de México.

Fui invitada por una colega maravillosa que recientemente tuve el placer de conocer —gracias, Diohema—, y escuché a la especialista argentina, líder en trauma infantil, Sandra Baita, recordarnos algo que nos urge entender: el abuso sexual infantil es mucho más común y silencioso de lo que imaginamos.

En México, las cifras revuelven el estómago de cualquiera:

  • Según el INEGI, 1 de cada 4 niñas y 1 de cada 6 niños ha sufrido abuso sexual antes de los 18 años.
  • La OCDE coloca a nuestro país entre los primeros lugares en abuso infantil.
  • Y lo peor: 8 de cada 10 casos ocurren en el entorno familiar, además de que más del 90 % jamás se denuncia.


Uno de los mitos más peligrosos que Baita desmontó es la idea de que hablar con los niños sobre abuso sexual los trauma o les mete ideas.

La evidencia muestra lo contrario: hablar no los traumatiza; el silencio sí.

Los niños informados pueden identificar situaciones inapropiadas, reconocer su incomodidad y pedir ayuda.

Y, contrario a lo que muchos creen, la prevención empieza desde que el niño tiene lenguaje, con palabras claras y sin metáforas.

Este congreso también me enseñó que no todos los niños enfrentan el mismo nivel de riesgo.

La vulnerabilidad aumenta cuando hay discapacidad física, intelectual o psicosocial; retraimiento, timidez, dificultad para decir “no” o historias previas de maltrato.

También cuando crecen en entornos donde no se habla de emociones ni de límites del cuerpo.

Los agresores suelen buscar niños dóciles, con supervisión limitada o negligente, o con necesidad de agradar, y generan secretos y aislamiento como método de control.

Las señales no siempre son evidentes, pero pueden incluir:

  • Cambios abruptos de conducta.
  • Alteraciones en el sueño como pesadillas o enuresis.
  • Miedo a ciertas personas.
  • Evitación de lugares específicos.
  • Conocimiento sexual no acorde a la edad.
  • Juego persistentemente sexualizado.


Ante cualquier sospecha, lo más importante es creerles, escucharlos sin interrogar y buscar ayuda profesional.

Tu duda puede ser la estocada final; la atención inmediata es una oportunidad de reparación.

La prevención puede integrarse de forma amorosa en la vida cotidiana.

Si buscas hacer un regalo que proteja y eduque a un niño de tu entorno, te recomiendo herramientas como el libro infantil La playera de Filipón, de María del Rosario Alfaro Martínez y Jesús Ángel Kuroda San Moray, o El monstruo de los abrazos, de Mar López, porque son una forma de enseñar límites corporales, emociones y consentimiento de manera sencilla y cercana.

Por favor recuerda que el silencio nunca protege al niño; protege al agresor.

Y tú siempre puedes elegir de qué lado quieres estar.

Hablar, nombrar, educar y acompañar es un acto de amor radical con efectos para toda la vida.

Y como dijo Baita, una frase que debería guiarnos a todos:

“Nadie puede solo contra el trauma.”

 

Si quieres aprender más, sigue a @guardianesmx, organización mexicana comprometida con la prevención del maltrato y la violencia sexual infantil.

Caro Hernández

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