La ciencia se enfoca en frenar la progresión del Parkinson, no solo en tratar sus síntomas

Foto: Dirección General de Comunicación Social UNAM

La enfermedad de Parkinson es la segunda condición neurodegenerativa más común en el mundo, después del Alzheimer. De acuerdo con la Parkinson’s Foundation, más de 10 millones de personas la padecen actualmente y se estima que para 2030 la cifra alcanzará los 12 millones. Cada 11 de abril se conmemora el Día Mundial del Parkinson, en honor al natalicio del neurólogo británico James Parkinson, quien en 1817 describió este padecimiento como “parálisis agitante”.

A medida que se avanza en el conocimiento de esta enfermedad, la ciencia ha centrado sus esfuerzos no solo en tratar los síntomas, sino en detener su progresión, según explicó el médico e investigador Aurelio Campos Romo, del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM.

“Las células que producen dopamina en el cerebro mueren de forma progresiva e irreversible”, detalla Campos Romo. Esta pérdida de neuronas dopaminérgicas es la causa de los principales síntomas motores del Parkinson: temblores involuntarios, rigidez y lentitud en los movimientos, una combinación conocida como la triada de sintomatología motora. A menudo, esta aparece después de que el paciente ha tenido otros signos menos evidentes, como alteraciones del sueño, deterioro cognitivo, ansiedad o depresión, lo que dificulta su diagnóstico temprano.

El especialista subraya que actualmente “hay varias aproximaciones que explora la comunidad científica, como estudiar las formas genéticas del Parkinson o el papel de la proteína alfa-sinucleína, que se acumula de manera anormal en el cerebro”. También se investiga la neuroinflamación, cambios metabólicos y nuevas tecnologías de neuroimagen, como la resonancia magnética, para identificar el daño neuronal en fases iniciales.

Una de las líneas más prometedoras de investigación es la terapia de reemplazo celular. En ese campo, Campos Romoy el investigador Iván Velasco, del Instituto de Fisiología Celular, participaron en un estudio en el que trasplantaron células madre embrionarias diferenciadas en neuronas dopaminérgicas al cerebro de monos, como un modelo experimental.

“Como aún no podemos evitar la muerte neuronal, el objetivo es poner nuevas células que puedan reemplazarlas”, explicó el académico. “No es una idea nueva; lleva décadas explorándose. En este estudio, que hicimos el año pasado con colegas españoles y del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez, buscamos restablecer la conectividad cerebral”. Aunque se lograron algunos resultados positivos, el investigador aclara que en México esta técnica aún enfrenta barreras éticas y legales, a diferencia de otros países como España.

Actualmente, su equipo trabaja en mejorar las técnicas de diferenciación celular, para asegurarse de que las células trasplantadas sean únicamente dopaminérgicas y no otras que puedan generar tumores.

Una de las razones por las que la enfermedad avanza sin síntomas visibles durante años es que los signos motores no aparecen hasta que se ha perdido entre 70 y 80 por ciento de las neuronas dopaminérgicas de la región cerebral conocida como sustancia negra. “Cuando eso ocurre, todavía queda entre 20 y 30 por ciento de neuronas vivas, y a ellas se dirigen los tratamientos actuales”, señala Campos Romo.

El principal tratamiento farmacológico es la levodopa, un precursor de la dopamina que sí puede atravesar la barrera hematoencefálica, algo que la dopamina como tal no puede hacer. “Este medicamento se convierte en dopamina dentro del cerebro y permite restablecer de forma espectacular la conectividad y las funciones motoras”, afirma el investigador. “Pero su efectividad tiene una ventana de entre cinco y diez años. Después de eso, conforme mueren más neuronas, ya no hay dónde producir dopamina”.

Aunque el Parkinson suele estar asociado al envejecimiento, no es exclusivo de los adultos mayores. En personas menores de 40 años es poco común, pero a partir de los 50 años la incidencia crece considerablemente. “Entre los 50 y 60 años hay cerca de 40 casos nuevos por cada 100 mil personas al año, pero después de los 70, la cifra asciende a mil por cada 100 mil”, indica Campos Romo.

La Organización Mundial de la Salud advierte que en los últimos 25 años la prevalencia del Parkinson se ha duplicado. En 2019, su número de casos aumentó 81 por ciento desde el año 2000 y se le atribuyeron 329 mil muertes. Estos datos colocan al Parkinson como un reto urgente de salud pública global, que requiere no solo mejores tratamientos, sino un enfoque integral que permita frenar su avance.

En palabras del propio especialista: “Aunque no podemos curar el Parkinson, estamos cada vez más cerca de entender cómo detener su progreso. La investigación es clave para mejorar la calidad de vida de millones de personas”.

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