Aquel verano de los noventa murió Lady Di

Era agosto de 1997 y en la radio no paraba de sonar “Save Tonight” de Eagle-Eye Cherry.

Recuerdo que aquel día había salido con mis amigos a montar en bici y pasamos todo el día fuera. Al volver, ninguno nos habíamos enterado de la noticia.

Al subir a casa, mi madre me lo dijo:

Lady Di ha muerto en un accidente de coche en París. Al parecer la perseguía un grupo de paparazis. (→ “paparazzis” es una forma aceptada, aunque la RAE recomienda “paparazis”)

Era una época sin móviles y no llevabas el mundo entero en tu bolsillo.

Dicho ahora parece increíble, pero mis amigos y yo estuvimos doce horas sin saber que una de las figuras más influyentes del siglo pasado había fallecido. Para nosotros, aquel día, solo existía nuestra bicicleta, nuestra conversación y aquello que estuviésemos haciendo en ese momento.

No pasaba nada por no enterarse de todo al instante y podías vivir con ello.

Si hoy en día fallece una persona como Diana de Gales, lo más normal es que, en un lapso de diez minutos, todas las personas de un mismo grupo se hayan enterado.

Es la inmediatez de las cosas y creo que nos está matando.

Todo tiene que ser ya, aquí y ahora y tenemos que disponer de todas las opciones a la vez porque si no, sentimos que no somos dueños de nuestra propia vida.

Si queremos escuchar música, tenemos que poder elegir entre todos los grupos de la historia, y si queremos ver cine, es imprescindible disponer YA de toda la filmografía rodada. Si falta un título, un director o una saga, tenemos que contratar otra plataforma más para completar una colección que seguramente jamás veremos.

Lo queremos TODO y al final creo que no disfrutamos de NADA.

Pensando en lo que nos estamos perdiendo, somos incapaces de recrearnos en lo que estamos ganando, y en cuanto empezamos a ver los títulos de crédito de una película que llevamos horas decidiendo si ver o no ver, nuestro cerebro nos avisa:

¿Estás seguro de que has elegido correctamente?

Y os aseguro que esto antes no pasaba.

De todos los propósitos que he hecho para el curso que viene, el más importante es volver a disfrutar de la vida a tragos lentos.

Paladear, saborear y sacar jugo.

Y pensar más en lo que tengo y menos en lo que podría tener.

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