Conservar la naturaleza requiere colaboración: sociedad y gobierno deben actuar juntos frente al cambio climático

Foto: Dirección General de Comunicación Social UNAM

La conservación de las Áreas Naturales Protegidas (ANP) en México enfrenta un reto fundamental: integrar de forma real y efectiva a las comunidades que viven en ellas, advirtió Leticia Gómez Mendoza, coordinadora del Posgrado de Geografía de la UNAM. Al dictar la conferencia “La adaptación al cambio climático en áreas protegidas y comunidades humanas”, en el marco del Fórum de Geografía. Pláticas Académicas, la especialista explicó que si bien estas zonas son claves como estrategias de adaptación frente al calentamiento global, los planes de manejo no han incorporado las lecciones del cambio climático ni los conocimientos de quienes habitan y cuidan esos territorios.

“Las estrategias de adaptación contra el cambio climático no han permeado en los Planes de Manejo de las 184 ANP que existen en el país, y tampoco se ha considerado la gobernanza local de las comunidades”, reconoció Gómez Mendoza ante estudiantes y académicos reunidos en el auditorio Ing. Geóg. Francisco Díaz Covarrubias del Instituto de Geografía.

A diferencia de países como Estados Unidos o Canadá, donde la presencia humana dentro de las áreas protegidas está restringida, en México el 80 por ciento del territorio de las ANP tiene dueño. Esto implica, dijo, que ninguna estrategia puede implementarse sin considerar a los gobiernos comunitarios y a las personas que habitan y trabajan en estos ecosistemas. “No se puede hacer nada sin ellos”, subrayó.

Desde 2010, las ANP han sido reconocidas como espacios clave para enfrentar el cambio climático a través de planes basados en ecosistemas. Sin embargo, iniciativas como “El Programa Resiliencia” —impulsado en 2019 por la Comisión Nacional para las Áreas Naturales Protegidas— siguen siendo esfuerzos aislados. Este programa busca aprender de los saberes tradicionales de las comunidades en ocho zonas del país, como Constitución de 1857, Sierra de San Pedro Mártir, Mariposa Monarca, El Vizcaíno, Laguna de Términos y el Corredor Isla Mujeres.

La especialista destacó que instancias como Naciones Unidas han propuesto modelos basados en Ecosistemas y Comunidades, que conjugan conocimiento científico y saberes locales para fortalecer la preparación frente a fenómenos extremos. “Estas medidas deben surgir desde las prioridades y capacidades de la población, con un enfoque multisectorial y transparente”, explicó.

Pero la implementación no es sencilla. Según Gómez Mendoza, existe un profundo desánimo entre quienes manejan los recursos naturales, pues enfrentan un dilema que sigue sin resolverse: ¿Conservar o dar de comer a la gente? La presión por obtener recursos económicos lleva muchas veces a postergar la protección de los ecosistemas.

La situación se agrava, dijo, porque las comunidades enfrentan constantes cambios en la administración de las ANP y en las políticas públicas en materia de conservación. “Las personas que viven ahí son quienes más desean saber qué hacer, cómo adaptarse, pero no siempre reciben las herramientas adecuadas”, señaló.

En algunos casos, la colaboración ha surgido desde la base. En comunidades que habitan manglares, por ejemplo, se han establecido redes de comunicación con Protección Civil a través de WhatsApp, para responder ante eventos meteorológicos. Sin embargo, la falta de información clara y accesible sobre los escenarios climáticos sigue siendo un obstáculo. “Hace falta que esos escenarios sean comprensibles y asequibles para todos”, enfatizó.

Como ejemplo de buenas prácticas, compartió el caso de la ANP Mariposa Monarca, donde se entregó un mapa con escenarios de cambio y adaptación climática. “Los habitantes están agradecidos, porque ahora saben qué hacer ante un incremento de dos grados centígrados”, relató.

Pese a estos esfuerzos, México aún no ha medido su capacidad real de adaptación. Faltan estrategias con enfoque comunitario, la gobernanza es débil y en muchas regiones, el narcotráfico ha dificultado el acceso a los territorios y ha vuelto más peligroso el trabajo de campo. “La conservación también está amenazada por actores ajenos a la comunidad, que ponen en riesgo a quienes buscan proteger su entorno”, advirtió.

Finalmente, recordó que fenómenos meteorológicos como Dean y Wilma son apenas la antesala de lo que podría ser la nueva normalidad en el país. “Son más frecuentes, más intensos, y no dan tiempo a la gente de reaccionar cuando la asistencia gubernamental no existe”, concluyó Leticia Gómez Mendoza, dejando claro que la conservación no se decreta desde los escritorios: se construye con las personas que habitan y defienden el territorio.

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