Foto: Dirección General de Comunicación Social UNAM
Un equipo de investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y otras instituciones mexicanas participa activamente en el Observatorio Vera C. Rubin, el proyecto astronómico más ambicioso jamás concebido, que hoy ha revelado sus primeras imágenes y se prepara para revolucionar el estudio del cosmos durante la próxima década.
Ubicado en lo alto del Cerro Pachón, en la cordillera de los Andes en el norte de Chile, el observatorio alberga el Telescopio de Investigación Simonyi, una maravilla tecnológica de 8.4 metros de diámetro, equipada con la cámara digital más grande del mundo, de 3,200 millones de píxeles. Con esta herramienta, los científicos podrán observar 20 mil millones de galaxias y 17 mil millones de estrellas cada tres noches, lo que permitirá crear una película continua del universo en movimiento, en el marco del proyecto “Legacy Survey of Space and Time” (LSST).
Detrás de este esfuerzo sin precedentes se encuentra un equipo mexicano multidisciplinario, encabezado por Octavio Valenzuela Tijerino, del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM; Rosa Amelia González López Lira, del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica (IRyA) de la misma universidad; y Alma Xóchitl González Morales, de la Universidad de Guanajuato.
“A nuestro país le hace falta que la sociedad sepa cómo funciona la ciencia, cómo se crea el conocimiento y que pueden ser partícipes, y eso es lo que vamos a fomentar”, destacó Valenzuela Tijerino, quien fue testigo de las primeras discusiones del proyecto cuando realizaba una estancia postdoctoral en la Universidad de Washington. Años más tarde, junto a su exalumna Alma González, logró integrar a México en esta histórica colaboración internacional.
El trabajo de este consorcio no solo es observacional: México ha contribuido con el desarrollo de software científico, el diseño de algoritmos de inteligencia artificial, así como la instalación de un centro de datos en la UNAM, dentro del Laboratorio de Modelos y Datos (LAMOD). Gracias a esto, el país se ha integrado al proyecto mediante contribuciones en especie, sin necesidad de aportaciones monetarias directas.
“El telescopio va a generar unos 30 terabytes por noche, y toda esa información (datos crudos, imágenes, catálogos) será compartida, preservada y analizada gracias a una red de centros de datos internacionales”, explicó Valenzuela. Esta red estará integrada por sedes en Estados Unidos, Francia, Inglaterra y México, lo que facilitará el acceso a la información para miles de científicos, muchos de los cuales nunca visitarán físicamente el telescopio.
La participación mexicana abarca áreas como lentes gravitacionales fuertes, estructura de galaxias, cosmología, estrellas variables, objetos transitorios, y más. Por ejemplo, se espera que con el Rubin se identifiquen hasta un millón de lentes gravitacionales, un fenómeno que permite observar objetos extremadamente lejanos gracias a la distorsión de la luz causada por cuerpos masivos, revelando la estructura del universo y de la materia oscura.
La UNAM también ha unido esfuerzos con el Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y Sistemas (IIMAS) para desarrollar técnicas que permitirán estimar distancias galácticas mediante análisis multicolor, generando mapas tridimensionales aproximados del universo sin necesidad de espectroscopía, lo que sería inviable con la cantidad de objetos que se observarán.
“Quizá las contribuciones más espectaculares del Rubin se darán en el descubrimiento de objetos transientes y variables; además de los cuásares y supernovas con efecto de lente, supernovas de tipos raros, y contrapartes ópticas de eventos productores de ondas gravitacionales”, subrayó Rosa Amelia González.
Uno de los aspectos más innovadores del proyecto es la promoción de la ciencia ciudadana. Cualquier persona con acceso a internet podrá colaborar, ya sea clasificando galaxias o estrellas, o escribiendo pequeños programas que ayuden a identificar cambios en el cielo. Esta apertura representa una oportunidad única para acercar a la sociedad al quehacer científico.
El Observatorio lleva el nombre de la astrónoma Vera Rubin, quien aportó las primeras pruebas sólidas sobre la existencia de la materia oscura, y es financiado por la Fundación Nacional de Ciencias (NSF) y el Departamento de Energía (DOE) de Estados Unidos, junto con aportaciones privadas y de diversas organizaciones científicas.
Además de la UNAM y la Universidad de Guanajuato, en el proyecto participan otras instituciones mexicanas como la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, el CINVESTAV, el Centro Mesoamericano de Física Teórica, y la Universidad Autónoma de Zacatecas.
La lista de científicos mexicanos involucrados en este esfuerzo global es amplia y representa un abanico de talento que abarca desde estudiantes hasta investigadores consolidados en astrofísica, física teórica, inteligencia artificial y ciencia de datos. Su trabajo contribuirá a resolver algunos de los grandes misterios del universo: la formación de las galaxias, la naturaleza de la energía oscura, y el destino del cosmos.
Este proyecto demuestra que la ciencia básica no solo responde preguntas fundamentales, sino que también impulsa el desarrollo tecnológico y la innovación. El Observatorio Vera C. Rubin será, sin duda, una ventana sin precedentes para mirar al universo… y una nueva forma de entender nuestro lugar en él.