A veces no hay un ruido que anuncie el derrumbe.
Simplemente caes.
Sin querer.
Sin aviso.
Y ahí, en lo más hondo,
hay voces que intentan ayudarte
y otras que te dan por perdido.
Cuando sentimos que ya no se puede,
cuando parece que ya no hay salida…
ocurre algo.
Hoy te quiero contar una historia que me recordó
que incluso desde el fondo de un pozo, se puede volver a subir.
—Momsy ♥
Un día, un burro cayó en un pozo profundo.
Su dueño intentó sacarlo.
Amarró sogas, pidió ayuda, intentaron tirar de él…
Pero no pudieron.
Pasaron horas.
El burro se notaba cansado.
No comía, no bebía, apenas se movía.
Entonces, los vecinos, al ver que no había forma de sacarlo, le dijeron al dueño:
—Es mejor que lo des por perdido. El pozo es profundo, no vas a poder sacarlo.
—Pero no lo podemos dejar así, sufriendo ahí abajo —dijo otro—. Lo más humano sería echarle tierra y terminar con su dolor.
El dueño, resignado, aceptó.
Y empezaron a echar paladas de tierra al pozo.
Cada golpe de tierra caía sobre el lomo del burro.
Primero se asustó.
Se agitó.
Rebuznó desesperado.
Pero al poco tiempo… algo cambió.
Con cada palada, el burro sacudía la tierra de su lomo… y la pisaba.
Cada vez que la tierra caía, él la sacudía y la convertía en suelo firme.
Palada tras palada.
Golpe tras golpe.
Sacudía y subía.
Sacudía y subía.
Los vecinos, desde arriba, comenzaron a notar cómo el burro, poco a poco, se acercaba a la superficie.
Y después de varias horas…
Ahí estaba.
Parado, vivo, y fuera del pozo.
Lo que parecía su final… terminó siendo su salida.
Y es que así es la vida muchas veces.
La gente te echa tierra encima:
Críticas. Traiciones. Desprecios. Obstáculos.
Todo parece querer hundirte.
Pero si aprendes a sacudirlo…
Si en lugar de rendirte, pisas sobre eso mismo que intentaron usar contra ti…
Terminas saliendo.
No siempre vas a poder evitar que la vida te golpee.
Pero siempre podrás decidir qué haces con cada golpe.
A veces, los problemas que hoy te están hundiendo…
son los mismos que mañana te van a levantar.
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